ÚNETE

Suscríbete a
nuestra lista de correo

Thank you for subscribing to the newsletter.

Oops. Something went wrong. Please try again later.

Tú sí, tú no

Tú sí, tú no. Recordemos esas peleas de niños en la primaria. Los insultos y descalificaciones iban desde lo tierno hasta lo absurdo: “Tú no tienes un perro como el mío”, “A mí sí me van a comprar lo que pedí”, “Tu mamá no te hace comida como la mía”, “Tú sí, tú no”. Es comprensible que siendo tan pequeños, los niños se dijeran ese tipo de cosas. Después de todo, hablaban de lo que tenían y lo que creían que el otro no.

Sin embargo, lo incomprensible es que, varias décadas después, habiendo pasado ya algunas generaciones y teniendo a gente mayor y sabia cerca, se caiga en esos mismos argumentos absurdos para descalificar a los demás.

Tú sí, tú no

Hace un tiempo, comenzamos una pequeña dinámica para conocer más sobre las comunidades purépechas que nos rodean. Como invitarlos directamente a proporcionar información no funcionó, decidimos hacerlo en forma de torneo. Entonces, vimos a gente muy emocionada invitando a familiares y vecinos a votar por su comunidad. Incluso, páginas de autoridades o instituciones lo compartieron. No obstante, también nos topamos con una montaña de comentarios confrontacionales, sin ser una sorpresa para nadie.

Entendemos bien ese cariño por la comunidad, por la tierra de uno. Pero ese sentimiento patriótico, donde buscamos exaltar lo que vemos y tenemos en casa, termina muchas veces deformado, dando paso a insultos sin sentido. ¿Por qué la gente cree que es tan sencillo como decir “Yo sí soy y tú no”? ¿Qué les hace pensar que tienen el derecho a decir si alguien tiene o no la capacidad para hacer o decir algo? ¿Por qué creen que unos tienen más valor que otros? Hablo de la gente que cree que algo es o no purépecha según sus propios criterios. Pero, ¿cómo determinamos qué es purépecha y qué no lo es?

Definiendo lo purépecha

Hace algunos años, le dije a un amigo que tenía la intención de hacer música purépecha, pero no sabía si podía hacerlo. Él me respondió: “¿Por qué no? Si eres purépecha, la música que hagas también lo será. Porque, ¿qué más sería? ¿Africano? ¡Si naciste en este pueblo de la meseta!”.
Entonces, me asaltó otra duda: ¿qué es y qué no es purépecha? Si hubiera nacido en Estados Unidos o Honduras, teniendo los mismos padres y familia, ¿sería gringo o catracho? Si alguien de allá nace aquí, ¿es automáticamente purépecha? Conozco a muchos nacidos en el norte que con orgullo se llaman purépechas sin dudar.

¿Por no hablar la lengua que se hablaba en la provincia de Michoacán a la llegada de los españoles, soy asiático? ¿Si un chino aprende ese idioma, es ya purépecha? Porque esos mismos que han nacido más al norte también hablan inglés, y eso no les impide sentirse como si llevaran toda su vida aquí. Dicen siempre “no basta con vestirse un solo día o solo para la foto”, pero te lo dicen hombres que andan diario con tenis, mezclilla y gorra. Como si ellos, defensores de la tradición, estuvieran exentos de ello cuando lo comentan. 

Pero si no es donde naces, o los padres que tienes o la lengua que hablas o la forma en que vistes ¿qué te hace o no purépecha ante los demás?

Ser, vivir o pertenecer

Hay una frase popular atribuída al filósofo Confucio: No me preguntes de dónde vengo, sino adónde voy. Esta frase sugiere que la identidad y pertenencia no se define únicamente por los orígenes, sino por el camino que uno elige seguir. Y es que el estilo de vida purépecha no se define por nacer o vestir de uno u otro modo, sino por la manera en que uno lo lleva presente todos los días, con sus valores, sus obligaciones, sus conocimientos y con la responsabilidad que representa el no dejar que se pierda eso que hemos aprendido de nuestros ancestros. 

¿De qué sirve hablar la lengua purépecha si la usarás para desprestegiar a los demás?
¿De qué sirve la vestimenta purépecha si portándola vas a tratar mal a quién no la usa?
¿De qué sirve haber nacido en este territorio si no lo vas a defender de quien solo viene a lastimarlo?

¿De qué sirve ser hijo de padres purépechas si faltando al respeto a tu prójimo vas a deshonrarlos?

Yo nunca me olvido, aunque ande lejos, que soy indio de raza purépecha puro de Michoacán. Tata Chendo Estrada plasmó en su pirekua ese sentimiento de manera correcta al hablar de su casita vieja, de adobe y tirinda, horcones de encino, tejamanil de pino y cerca de piedra. 
Logró poner en mi mente una imagen clara de la que fuera casa de mi abuelo. Pude imaginar como debió ser esa sensación suya al volver a donde creció, ¿qué culpa tuvo él de que sus padres ya no hablaran purépecha y no le pudiesen enseñar? la misma que tengo yo supongo. 
Esa misma culpa que tiene aquel que nació del otro lado de la frontera porque sus padres se fueron allá a buscar una mejor vida. 

Sin lengua, sin vestimenta, sin territorio, pero con el orgullo siempre latente. 

Únete

¿Te gustó este texto?
Suscríbete para recibir novedades

Thank you for subscribing to the newsletter.

Oops. Something went wrong. Please try again later.

admin

admin

Comentarios

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Esto podría gustarte