Del ombligo, sagrado nudo de la vida,
se alza un hilo que danza con el sol,
tejido en oro y sombra, en seda ungida,
un manto que abraza cuerpo y corazón.
Pluma sutil, que al vuelo se despliega,
igual que la flor al campo su color,
así el rebozo, en su trama, se entrega,
pues en cada fibra se guarda el amor.
Oh, luz divina, que a su paso acaricia,
descubre la piel, mas la guarda también,
como un velo que al alma da delicia,
cálido abrazo que envuelve el Edén.
Y en cada hebra que del telar se enreda,
vive el susurro de un tiempo ancestral,
el canto de manos que nunca se queda,
que teje al rebozo como arte inmortal.
Tú que llevas su peso y su ternura,
¿acaso no sientes la voz del ayer?
Es la pluma, la flor, la luz, la dulzura,
del rebozo que, eterno, se enreda en tu ser.