ÚNETE

Suscríbete a
nuestra lista de correo

Thank you for subscribing to the newsletter.

Oops. Something went wrong. Please try again later.

El día que conocí al Diablo

Hace poco conocí al Diablo, y ya que me dio el permiso de hacerlo, les voy a contar como fue. 

Lo había visto en otras ocasiones, era de lo más común. Le gusta pasearse por la calle de la amargura buscando algún desobediente borrachito que atormentar con una cruda, golpetea las ventanas con sus nudillos haciendo que los jóvenes no concilien el sueño cuando sabe que deben madrugar o susurra cizañases a los oídos de los enamorados para ver con regocijo como pelean. Uy, cuanta maldad, podrá algún ingenuo pensar, pero es qué el Diablo si es malo, pero no es el malo que provoca guerras o desastres naturales, unas son del hombre y los otros de la tierra. El Diablo es en cambio, más sencillo, disfruta los pequeños detalles de la vida, sobre todo, aquellos que conllevan sufrimiento para los demás, pero un sufrimiento suave, cotidiano, así que cuando lo estás pasando mal, pero no tan tan mal, es porque él está detrás, es un chingaquedito dicen por ahí.

Lo conocí en una de esas caminatas a mi casa donde por costumbre voy hablando de lo que me pasa. En medio de una frase algo gastada noté que me veía desde el otro lado de la calle. Me molestó un poco que me espiara, sabía que lo hacía pero nunca me había interrumpido con palabras. Y no, no fue grosero, al contrario, se portó bastante cortés, de esas veces que alguien es tan amable que te es imposible ignorarlo para no quedar mal. 

-Buenas noches Eduardo, espero no interrumpir -dijo mientras mi cara de hartazgo aparecía- pero te escuché hablar y quise saludar. 

-No te preocupes, no interrumpes, buenas noches. 

-¡Ay!, pero ¿Qué perturba tu paz? Si hace unos minutos hablabas jovial, ¿te ofendí? -preguntó con su siniestra sonrisa. 

-Para nada, pero normalmente no saludas y no quisiera desconfiar…

-No, no, no, tú tranquilo, no te pongas suspicaz, es solo que te oí hablar pero pensabas en otra cosa y quería saber si te podía ayudar. 

-Ándale… ¿Desde cuando el Diablo ayuda? ¿A poco ya haces caridad? 

-No claro que no, va contra mis principios no se te olvide, es solo que me aburro un poco y nunca está de más querer trabajar. 

Se sentó en la banqueta y extendió su brazo izquierdo señalando donde me podía sentar. Ahora que lo pienso bien, esa cara de estoy-haciendo-esto-pero-sin-ganas-de-hacerlo-la-verdad, pareció divertirlo más que incomodarlo, ahí debí sospechar que todo esto no era casual. 

-Pues bien, te oí hablar de planes, de ideas y demás -dijo agitando su mano como apartando todo eso- pero pensabas en que ya no tenías la emoción que otras veces habías mostrado. ¿Qué te hizo cambiar? -con una mano sujetó su muñeca, descansó sus brazos sobre sus piernas y hasta su espalda se relajó, pinche Diablo, estaba esperando escuchar todo mucha atención. 

-¿Para qué te lo digo si ya lo sabes? Hasta llegué a pensar que habías sido tú.

-Oh no, claro que no, y no porque no me hubiera gustado, pero uno se ocupa de repente y la verdad no he encontrado un buen reemplazo -dijo alzando las cejas y mirando hacia el cielo estrellado. 

-Creo que entonces solo me quiero adelantar ahora a los planes, o por lo menos a que fallen -contesté sinceramente. 

-Bien ahí muchacho con ese pensamiento tan realista, pero aguas, que se convierte en pesimismo. 

-Que va, ¿por qué habría de ser pesimista? Solo es ser precavido.

-Claro, claro, precavido -se rascó arriba de la sien y continuó- yo solo digo que, si me permites hacer esta publicidad, te puedo ayudar.

-¿Y a cambio de qué? -dije un poco más exaltado- Porque con tus negocios ya no se sabe, y eso de vender el alma no sé ni como está…

-¡Ja!, como si las almas tuvieran valor, ni que se tratara del gas. No, si te voy a cobrar, pero no es como que me tengas que dejar algo o perderlo todo. Pues si, es negocio, pero yo me ofrecí a ayudar. Digamos que solo te voy a cobrar el material. 

-Ah, que barato está el boleto al infie…

-¡No! -me interrumpió- ni siquiera ahí vas a parar.

-Entonces cuéntame, ya estoy aquí, nada me cuesta escuchar.

-Vamos a verlo como un juego, porque ya sabes que a mi me gusta apostar -sacó de algún lugar un revoltijo de notas y una pluma, pasó las hojas a una en blanco y se dispuso a apuntar- ¿Cuántas horas al día duermes?

-Cuando no estás chingando con la ventana, molestando a los perros para que ladren o invitando a hacer fiestas en mi calle… Unas cuatro horas si bien me va. 

Me miró, sonrió como quien acaba de recibir un cumplido y anotó. Tarde ya era, así que daba igual apurarme o no, así que ya me iba a dejar llevar. 

-Muy bien, ¿y las ganas de morirte cuantas veces al día te dan?

-Ah ya veo, también revisas mi Whatsapp -se me subió la vergüenza a la cara, nunca nadie me lo había mencionado así- pues no creo que se puedan contar, siempre son las mismas ¿no?

-Si, si, tienes razón -hizo unos garabatos como de doctor y siguió- ¿A cuantas personas les cuentas lo que te pasa?

-Uhm, pues no sé, quizá unas cinco o seis que son de confianza.

Chasqueó la lengua algo incrédulo, pero igual lo anotó. Cruzó las piernas y apoyó sobre ellas sus papeles, esto parecía una versión rara del censo de población. 

-Si pudieras tener cualquier cosa -se aclaró la garganta para sonar casi solemne- y estoy hablando de cualquier cosa eh, la fama o la riqueza o el poder y todo eso ¿Qué pedirías?

Yo miraba la pared de ladrillo de la casa de enfrente, y todas esas palabras puedo jurar que se veían proyectadas ahí. Recuerdo entrecerrar los ojos para distinguirlas mejor, como si eso fuera a darme una respuesta a lo que sería mi hipotético deseo. Se me atravesó por la cabeza ese asunto de la fama, ser conocido por todas partes por mi obra o por mi gracia, y qué debería sentirse eso de tener fans y entregar firmas que tuvieran un valor. Pero me vi también siendo acosado, juzgado y hasta odiado por gente que no sabría de donde salí, imaginé el horror de ver mi imagen replicada cientos de miles de veces y tener que soportarla y así ese deseo se esfumó. 

El diablo me miraba atento, era obvio que sabía lo que pensaba porque no me apresuró a contestar, estaba disfrutando eso, ¡disfrutaba hacerme dudar!. 

Pensé entonces en la riqueza, en como sería eso de no preocuparse por gastar. ¿Te imaginas? Yo pudiendo comprar todo lo que siempre había soñado, sin carencias ni nada. El torrente de imágenes comenzó a llegar, cámaras y autos, casas y viajes, novedades y lujos, y luego, otra vez se comenzó a opacar. ¿A quién iba a fotografiar con todo ese equipo o con quien iba a manejar?, ¿A que hora viviría en una de esas casas si me la pasaría de aquí para allá? y ¿Quién me querría acompañar?, ¿para qué tendría lo más nuevo, lo más brillante, si no podría en nadie confiar?. Claro, no más viajes a la tienda a buscar comida en descuento, al fin una almohada decente y no rellena de ropa vieja, no más preocuparse por si hay agua caliente o no, pero tampoco habría con quien perderse horas hablando y riendo al buscar las ofertas, ni con quien dormir juntito para descansar o con quien ahorrar agua en una sola ducha. Y amargamente me reí. 

¿Y el poder? ¿sería capaz de negarme al poder?. Cuantos antes de mi habrán deseado todo el poder, y ahora se me ofrecía así, sin más, en una banqueta apenas iluminada por un foco amarillento. Pero la voz dentro de mi cabeza se cayó, no quiso enumerar las posibilidades, porque sabe bien que el poder no es negociable, que jamás va a ceder sin pelear.

-Vaya, creí que sería una pregunta fácil -dijo el Diablo un poco decepcionado- son los deseos más pedidos, aunque claro, también quedan algunos más como la vida eterna o la paz -dijo poniendo los ojos en blanco- y ese montón de cositas que uno ve en las películas. ¿Me vas a decir que tú eres especial y que no te dejas llevar por lo mundano? Digo, no te voy a juzgar pero como que a ti no te queda eso de ser… -entrecerró sus ojos y movió su cabeza de lado a lado como tratando de encontrar la palabra correcta.

-¿Mamón? Pues no, pero conociéndote, y conociendo lo que ha pasado, no creo que ese tipo de deseos acarreen solo cosas buenas.

-Y dale con los clichés, ya te lo dije, eso es de películas y esto es un negocio. -se inclinó un poco más hacia el frente y me miró desafiante- Pero si te interesa el talento, el amor, la venganza y cualquiera de esas cosas más oscuras, también se pueden cumplir.

-No gracias, creo que eso lo podría lograr solo ¿no? O sea, un deseo al Diablo debe ser para algo que no sea tan fácil de lograr.

-Si bueno, tampoco es como que la tengas tan fácil en esas cosas ¿o si? 

Otra vez me reí, ya más por amargura que por una diversión verdadera. 

-Pues no, la verdad no, pero no veo caso a desear alguna de esas cosas. A mi me gustaría más algo como, no sé, solo ser bueno ¿sabes? Es decir, quiero hacer muchas cosas si, pero tampoco es como que quiera ser el mejor y tal cosa ¿de donde sacaría inspiración si fuera el mejor en lo que hago?

Por primera vez, el Diablo se notó interesado, no sé si solamente no leyó las cosas antes de que las dijera o era una sorpresa genuina. 

-Entonces, si entendí bien ¿quieres ser bueno pero no tan bueno? ¿deseas ser mediocre? 

-Vamos a decir que si. 

-Digo, si quieres te puedo curar de esos pensamientos tan idiotas, también entra como deseo…

-Pero es que no son pensamientos idiotas, es solo que, si yo no me detuviera a admirar a nadie y en cambio tuviera todas las miradas en mi, lo que hago ya no tendría sentido. 

-No creí decir esto hoy pero, cuéntame más -dejó de lado sus notas, apoyó los codos sobre sus rodillas y su cabeza sobre sus manos y atento me miró. 

-A ver, existen canciones grandiosas, óperas increíbles, sinfonías maravillosas, y están inspiradas en muchas cosas, no siempre en lo perfecto, y el hecho de que sus creadores no hayan alcanzado la perfección, no quiere decir que sus obras sean menos válidas ¿no? -hizo una pequeña mueca e inclino la cabeza como diciendo que estaba de acuerdo- creo que con todo lo que se crea es así. Uno puede hacer cosas muy buenas aunque no necesariamente sea el mejor, y no es necesario ser el mejor o hacer lo mejor, porque al final, para todo hay público. Ahora bien, no te voy a negar que a veces quiero tener o hacer más cosas, pero no porque no lo logre mi vida es miserable. Aunque falle muchas veces, eso me ayuda a que, cuando al fin lo logre, sienta satisfacción. 

-Ya, pero ¿Cuándo se volvió esto un discurso motivacional?

-Bueno, tú empezaste con lo raro ¿no?

-Tienes razón, continúa.

-La cosa es que, si tuviera todo si me perdería de los momentos buenos, esos momentos que hacen que todo tenga sentido. ¿Cómo podría decir cual es mi mejor foto si todas son las mejores? Uno tiene que superarse todo el tiempo, si ya no tuviera que esforzarme para hacerlo, pues ya no tendría caso hacer nada. Y con el amor y la venganza no me meto porque, ni uno ni otro me dejaría bien parado a mi. 

-Entiendo, huyes del karma.

-¿O sea que el karma es real?

-No, tampoco, pero es un decir. 

-Ah bueno. Pues no sé, no se me antoja ningún deseo de esos.

-Tus razones son válidas supongo, pero pues algo tienes que desear, si no ¿Cómo haremos trato?

Faltaba poco para las doce, me dolía la rodilla y quería solo recostarme y ya. Estiré las piernas y me acomodé más cerca de la pared que estaba tras de mi.

-Solo hay una cosa que se me ocurre que puedo pedirte, pero no quiero trampas de esas que siempre hay, quiero que me digas cuanto me va a costar. 

-Pues dime que quieres y te digo el costo. 

-La verdad, solo quiero ser yo. Quiero hacer lo que me gusta, sea bueno en ello o no. Quiero conocer gente y lugares, pero no quiero dejar a quienes ya tengo ni vivir en otro lugar. Quiero poder descansar por las noches y jugar sin preocupaciones, quiero poder estar siempre para todos y que todos sepan que así será. Y un día, no sé bien cuando, me quiero morir, pero eso si, dejando todo en orden. Nada más. Nada extraordinario, solamente lo que podríamos considerar normal, porque admítelo, nada de esto lo ha sido. 

El Diablo anotó todo lo que dije con su fea letra de doctor. Guardó sus cosas y me lanzó una de esas miradas extrañas, como cuando ves que algo en tu casa se rompió y sabes que a ti te van a culpar.

-Ya lo pediste y negocios son negocios. Te voy a dar eso que pides, esa vida tranquila y en paz.

-Suena bien, pero ya dime ¿Cuál es el trato?

Se levantó, se sacudió el polvo de las piernas. Se estiró un poco y tensó su espalda antes de hablar. 

-Te voy a dar eso, y tal vez un poco más -me miró una última vez sonriendo y comenzó a desvanecerse- pero a cambio, vas a sufrir de ansiedad.

Y en esa calle apenas iluminada con la luz amarillenta, desapareció. Solo quedamos en la calle su risa, la mía y un “pinche Diablo culero” que no le alcancé a soltar de frente.

Únete

¿Te gustó este texto?
Suscríbete para recibir novedades

Thank you for subscribing to the newsletter.

Oops. Something went wrong. Please try again later.

Eduardo López

Eduardo López

Comentarios

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Esto podría gustarte