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¿P’urhépecha o Tarasco?

¿Cómo llamamos a los habitantes originarios de Michoacán? Esta pregunta que parece sencilla ha desatado un intenso debate que lleva mucho tiempo sin resolverse. ¿Tarascos, P’urhépechas o quizás Michoaques? Cada bando tiene sus argumentos y evidencias históricas para defender su postura.

Remontémonos al siglo XVI, cuando los conquistadores españoles llegaron a estas tierras. Según la Relación de Michoacán, un documento clave de esa época, algunos michoacanos llamaban “tarascue” (yerno) a los soldados españoles que se unían con sus mujeres. Los españoles creyeron que ese era el nombre del pueblo y así nació el término “tarascos”.

Pero esperen, que la cosa no acaba ahí. Otro documento de 1579, la Relación de Cuiseo de la Laguna, cuenta una historia diferente. Según ancianos nonagenarios consultados, en la “gentilidad” (época precolonial) este pueblo se llamaba a sí mismo “purépecha”, que significa algo así como “gente” o “somos gente”.

Desde entonces, ha habido un choque de trenes entre quienes defienden “tarasco” por su tradición histórica en documentos, y los que abogan por “purépecha” como un acto de reivindicación de la identidad nativa transmitida oralmente por generaciones.

¿Que va primero?

Los defensores de “tarasco” también argumentan que “purépecha” tendría una connotación denigrante al equipararse con “macehual” o plebeyos en náhuatl. Pero los pro “purépechas” tienen sus contra-argumentos listos, asegurando que ese término abarca muchos más significados que sólo “gente del pueblo”.

Otro dato curioso es que el fraile Maturino Gilberti, en el siglo XVI, en sus escritos solía llamar “lengua de Michoacán” al idioma nativo, pero cuando se refería a la gente usaba el término “purépecha”. ¿Confuso no? Gilberti también menciona el término “michoaque” para referirse a los habitantes, diferenciándolos de los mexicas.

Y por si fuera poco, hay quien dice que según la Relación de Tiripitio, el idioma debería llamarse “lengua de Tzintzuntzan” porque era la sede del irecha o gobernante máximo en ese entonces.

La discusión sigue viva hasta nuestros días. Cada vez más voces purépechas rechazan ser llamados “tarascos”, considerándolo hasta ofensivo. Insisten en que “p’urhépecha” es su verdadero nombre ancestral.

El lenguaje define la realidad ¿o es al revés?

Pero así como el término “salario” pervive aunque ya no se pague con sal, el lenguaje evoluciona con la realidad que lo rodea. No hay formas absolutamente “correctas” o “incorrectas”, sólo diferentes miradas sobre una misma historia diversa y rica.

Quizás lo más importante sea comprender que un nombre no define una identidad, sino que es la identidad la que le da sentido al nombre. “Tarascos”, “P’urhépechas” y “Michoaques” son términos válidos porque representan la herencia cultural viva de Michoacán.

En lugar de imponer o prohibir, deberíamos celebrar que esta discusión existe, porque nos recuerda el poder del lenguaje para moldear percepciones, pero también su cualidad dinámica para adaptarse a los cambios. Al final, lo que realmente importa es el respeto mutuo.

Así que la próxima vez que visites Michoacán o te encuentres en medio de una discusión en redes con esta polémica ancestral, no creas que es algo nuevo. Escucha las distintas voces, disfruta de sus tradiciones y deja que sean ellos quienes te cuenten su historia con el nombre que mejor los represente.

Fuentes:
– Relación de Michoacán (Jerónimo de Alcalá)
– Relación de Cuiseo de la Laguna
– Dialogo de doctrina Christiana en la lengua de Mechuacan (Maturino Gilberti)
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Eduardo López

Eduardo López

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