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Dos Colibríes II

Qué lenta se mueve la rueda del sol,
cuando el alma despierta sofocada por la prisa febril de la vida.
La neblina aún se siente espesa, separa aún el sueño del día.
Y ese corazón que no late, sino aletea, como si la vibración de su impulso fuera más ave que músculo, más espíritu que carne.
Tu mirada, tierna y extenuada por la vigilia, tu tacto frío como la tierra, aunque en tu entraña arde una hoguera, un fuego latente que ni la noche puede extinguir.
Aletea, sí, pero no solo en su centro. Ese aleteo vibra también aquí, en el aire que nos envuelve.
Es un colibrí, ¡como tú!.
Sus plumas, como las tuyas, son tan suaves como la brisa. Tu mirada sugiere la delicadeza y, temo que debo admitirlo ahora, la destreza de un dios que cinceló tu ser con paciencia infinita.
Te deslizas con gracia, ligera, como si temieras perturbar la quietud que reina en esta habitación, pero en tu paso, que pesa menos que el silencio, hay una fuerza inquebrantable.

Su presencia es un bálsamo inesperado, una alegría que irradia como el sol en los rincones más oscuros, levantando el polvo de mis recuerdos, haciendo crujir las paredes de mi encierro. Es imposible no sonreír al verle, al verte. Eres colibrí, más allá de la criatura alada, el eco que la naturaleza envía para recordarnos su magia.
Una belleza de jade vibrante y obsidiana discreta, pero también de fuego que no se apaga, de pasión contenida, en cada palabra que se forma sin ser dicha.
Tu voluntad, firme como la roca, se oculta bajo esa fragilidad aparente.
El colibrí bate sus alas sin descanso, sosteniendo su vida en un constante desafío, y así eres tú, suspendida entre lo que se ve y lo que no, entre lo tangible y lo místico.
Y, al igual que él, te quedas. No como una simple visitante, sino como una presencia permanente, que se posa sobre mis ramas, tejiendo tus días con la misma intensidad que el amanecer.
Fuerza no solo de cuerpo, sino de espíritu, que perdura en la calma y en la tormenta, que hace de tu paso [de mí paso] por este mundo algo más que gozoso. 

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Eduardo López

Eduardo López

Comentarios

Comments

  1. Martha

    septiembre 12, 2024

    Qué bonito escrito.

    Reply

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