Hoy fui testigo de una discusión sobre el uso de vestimenta tradicional de un pueblo originario en el desfile de modas del evento Original México. Una prenda originalmente creada para un hombre fue usada por una mujer, lo que generó comentarios hablando de faltas de respeto hacia la comunidad, la vestimenta y demás. Ante estas opiniones, siento la necesidad de reflexionar: ¿estamos abordando este debate desde una perspectiva que realmente valora y respeta las tradiciones y a las personas que las crean?
La preservación cultural no es inmovilidad
Las tradiciones no existen en un vacío ni son estáticas. Al contrario, las culturas evolucionan, se adaptan y se reinventan constantemente. La preservación de una tradición no implica mantenerla inmutable, sino garantizar que siga viva, que sus conocimientos, técnicas y significados sean relevantes para quienes las practican hoy.
Es importante reconocer que quienes tienen el derecho legítimo de decidir cómo utilizar, comercializar o adaptar estas prendas son los propios artesanos y miembros de las comunidades originarias. Si ellos eligen participar en un desfile o vender sus piezas en nuevos contextos, ¿por qué habría de considerarse una falta de respeto? Al contrario, esto demuestra que están encontrando formas de integrar su herencia cultural en el mundo contemporáneo y de sostener su modo de vida.
El género y la tradición
En muchos pueblos originarios, los roles de género han sido históricamente estrictos y específicos, asignando tareas y obligaciones a hombres y mujeres. Sin embargo, la evolución social nos ha llevado a cuestionar y, en muchos casos, romper con esos roles tradicionales que limitaban la libertad y el desarrollo de las personas. Si aceptamos que una mujer de hoy puede optar por no dedicarse exclusivamente al hogar o que un hombre puede ejercer roles tradicionalmente considerados femeninos, ¿por qué no podemos aceptar que las prendas, al igual que los roles, también pueden adaptarse a nuevas realidades?
La vestimenta tradicional es profundamente significativa, pero ¿su valor radica en quién la porta o en el significado y la técnica que la respalda? Una mujer vistiendo una prenda masculina o una persona no binaria reinterpretando un atuendo no borra su historia; más bien, demuestra cómo las tradiciones pueden dialogar con el presente.
¿Qué daña realmente a la tradición?
La descontextualización que merece crítica no es el uso creativo o diverso de una prenda, sino la apropiación cultural sin reconocimiento o el desplazamiento de los propios artesanos en favor de imitaciones industrializadas. Daña más a una tradición el olvido, la falta de oportunidades para sus creadores o la imposición de estereotipos que limitan su evolución.
Hace tiempo fotografié a Alejandro, una persona no binaria que portaba un atuendo tradicional purépecha femenino. La imagen generó polémica: algunos lo vieron como un acto de falta de respeto, mientras que otros lo interpretaron como una expresión personal válida. Para mí, fue una representación poderosa de la capacidad humana de resignificar las tradiciones sin traicionar su esencia.
¿Qué valor tienen las prendas si no se usan? ¿Qué importa más: la tradición viva y adaptada a las realidades de hoy, o una idea rígida que limita su alcance? Las tradiciones están hechas por personas, no al revés. No debemos olvidar que las comunidades y sus creaciones son dinámicas, y en ello radica su fortaleza.