Sepa usted que está en deuda,
no es cosa de pesos ni centavos,
porque ¿Quién le pone precio a los sueños?
Y usted me debe los míos,
los que me roba sin permiso
en cada madrugada.
Me debe las horas que se deshacen
en el hueco de mis manos
esperando encontrarla.
Me debe los pasos gastados
en caminos que llevan su nombre,
y las tardes que se quedaron
prendidas en el fulgor de sus ojos.
Me debe las palabras que no dice,
las que calla y me deja
escarbando en el silencio.
Me debe la risa que envejece
cuando un mensaje suyo
me cruza como viento en el llano.
Pero más que todo,
usted me debe la vida,
la que se quedó atada
a su voz que no llega,
al eco de un nombre
que nunca aprendí a olvidar.