Te creí chispa,
de esas que pueden prender el monte en tiempo de secas,
de esas que asustan a los ojos dormidos.
Pero eras apenas un destello,
un relámpago sin trueno.
Te sentí brasa,
y puse mis manos sobre ti
como quien busca calor en el invierno.
Creí que ahí,
callado, ardiendo lento,
encontraría paz, encontraría abrigo,
pero solo sentí más frío.
Te añoré fuego,
como la leña seca espera la hoguera,
como quien ve el horizonte y sueña con el sol dorándolo todo.
Pero no quemaste nada,
ni el aire te temió,
ni mi sombra se hizo carbón,
ni siquiera la hierba amarilla lo resintió..
Y ahora te miro,
soplada por el viento,
pegada a mis pies como polvo viejo.
Solo eras ceniza tibia,
de esa que no pesa,
de esa que no deja huella.
Siempre fuiste ceniza, y nada más.