El telón del Teatro Stella Inda se levantó la noche del viernes 6 de diciembre para dar paso a una velada inolvidable. Walter Esaú, con su sensibilidad musical y una producción meticulosa, ofreció un espectáculo que dejó a todos los asistentes con la certeza de haber presenciado algo único.
La antesala corrió a cargo de Saúl Fimbres, un músico de Sonora que, con guitarra en mano, armónica al cuello y una voz cargada de honestidad, creó un puente perfecto hacia lo que vendría. Su presentación fue un chisporroteo inicial que encendió el ánimo de un público ya impaciente. Los posters de El Cantante, las camisetas de Sin Futuro y el murmullo de las 24 canciones anunciadas en redes sociales tejían un ambiente de expectativa.
Jugando de locales
Cuando Las Nieves de Enero tomaron el escenario, el teatro se transformó. El intro dio paso a El Cantante y Sobres, y las primeras voces del público llenaron el espacio como un eco de la energía que emanaba del escenario. En ese momento, Walter presentó al primero de sus invitados: Axel Catalán, con quien interpretó Ondeado. La química fue evidente, y antes de abordar Pensarás que Ya Olvidé, Walter lanzó una reflexión que quedó flotando en el aire: “En el arte, no siempre se trata de metas. Ya se gana con el simple hecho de caminar este camino.”
La filosofía que sostiene su último álbum se manifestó en temas como Jardín Sin Flores, Hoy Sé, Hasta el Hielo Vuelve a Ser Agua y Qué Equivocada Estás. Cada canción parecía ser una invitación a compartir no solo una historia, sino un fragmento de vida.
Uno de los momentos más impactantes de la noche fue la interpretación de Obertura. La trompeta de Irepan Barrera arrancó suspiros y asombro en una ejecución que fue más que música: fue un diálogo con las emociones de la audiencia. En contraste, Bajar Avión, una de las canciones más queridas de los inicios de Walter, ofreció una pausa que se sintió como un suspiro de nostalgia colectiva.
Del cielo al suelo
La participación de Magdalena Valencia marcó otro punto alto en la noche. Con Milagrito de Plata y Quiero, la conexión entre el escenario y los asistentes se hizo aún más fuerte, como si cada nota formara parte de un ritual compartido.
Entonces llegó Del Cielo al Suelo. Walter había confesado que esta canción siempre lo emociona, y su interpretación fue una explosión de pasión que electrizó el ambiente. La transición a Si No Eres Tú agregó un toque de ternura. Dedicada inicialmente a Queso, su perro, y ahora también a Machete, Walter aprovechó para recordar la importancia de valorar a las mascotas: “Abrácenlos cuando lleguen a casa”, pidió, mientras las primeras lágrimas aparecían en algunos rostros.
El cierre fue un despliegue de energía y complicidad. Cuauh subió al escenario para unirse en Cráneos de Bronce que sonó después de Mentiroso y Erizo. En un gesto de reconocimiento, destacó el esfuerzo de Walter por montar un espectáculo de esta envergadura: “No es fácil armar algo así, un ensamble como este merece aplausos.” Y los aplausos no se hicieron esperar.
El momento culminante llegó con Amigos, un himno que rompió la barrera entre el público y los músicos. La emoción de todos en el teatro se fusionó en un coro multitudinario que convirtió la canción en una celebración compartida. Finalmente, El Último Recuerdo, dedicada al joven artista Chez, y El Pasado sellaron la noche con un toque de melancolía y gratitud.
Fue más que un concierto. Fue un recordatorio de que, a pesar de los desafíos, el arte sigue siendo un espacio donde la pasión y la autenticidad encuentran su hogar. Walter Esaú y su equipo nos regalaron no solo una noche de música, sino una experiencia que seguirá resonando mucho después de que las luces se apagaron.
Comments
Martha
Qué buenas tomas!