ÚNETE

Suscríbete a
nuestra lista de correo

Thank you for subscribing to the newsletter.

Oops. Something went wrong. Please try again later.

El Canto

El crepúsculo se desvanecía entre nubes grises, pintando el cielo de un suave tono púrpura, cuando Elena salió de su hogar. Tenía el cabello negro y los ojos serenos, donde se reflejaban sueños lejanos. Desde niña sentía un impulso irrefrenable por conocer el mundo, recorrer caminos nuevos y abrazar la vida con la fuerza de su bondad. Sin embargo, en su pequeño pueblo, donde las miradas se cerraban ante lo desconocido y las muestras de cariño se perdían en silencios fríos, se sentía incomprendida y sola.

Aquel día, la indiferencia de los demás se volvió insoportable. Después de ayudar a sus vecinos, de consolar lágrimas ajenas y de regalar sonrisas que pocos apreciaban, una tristeza densa —como barro pegado a las botas— se alojó en su corazón. Con pasos vacilantes, Elena se internó en el bosque, buscando en la soledad de los árboles un consuelo que no encontraba en su gente. El viento parecía susurrar historias, y cada crujido de las hojas secas resonaba como el eco de sus propias penas.

Mientras avanzaba, el aire cambió. Las sombras se alargaron y la humedad anunciaba la llegada de la lluvia. Pronto, el cielo comenzó a llorar, primero con unas gotas tímidas que acariciaron la tierra, luego con un aguacero que lavó el polvo y, de alguna forma, se llevó un poco de su dolor.

En medio de la espesura, Elena encontró una pequeña cueva, casi oculta por enredaderas y raíces. Para protegerse de la tormenta, entró en ese refugio de piedra. Allí, en la penumbra, el repiqueteo de la lluvia contra las rocas y el suelo formó una música íntima, como si la naturaleza misma intentara hablarle. Se recostó en el suelo frío, dejando que la lluvia cayera sin prisa.

El mundo exterior se veía gris y distante cuando un sonido llamó su atención. Entre el golpeteo de las gotas, percibió un canto tenue que fue cobrando fuerza. Venía de un rincón cercano, donde la humedad había creado un rincón propicio para lo extraño. Con el corazón latiendo entre curiosidad y alivio, distinguió el trino de un corcovi.

Elena se irguió, atenta a la penumbra, mientras el corcovi continuaba su canto. En ese momento, la melodía del ave se convirtió en el contrapunto de su tristeza. El murmullo del agua y la voz del pájaro se mezclaron, y un calor reconfortante empezó a derretir la frialdad de sus penas. Entre suspiros entrecortados, decidió compartir su dolor con aquella criatura de plumas y misterio.

—¿Puedes oírme? —susurró, como si el ave entendiera el peso de sus palabras.

El corcovi siguió cantando sin moverse. Las lágrimas de Elena se mezclaron con la lluvia que se filtraba por la roca. Sintiendo que aquella atmósfera le devolvía la fe, le habló con sinceridad:

—Siempre he tratado de dar lo mejor de mí, de ayudar, de amar… y sin embargo, la gente apenas ve mi esfuerzo. Me siento invisible, como un suspiro en el viento. ¿Por qué, si intento hacer el bien, ese bien no regresa a mí?

La voz de Elena se quebraba mientras hablaba, pero no se detuvo. El corcovi, con ojos profundos, dejó de cantar un instante, como si comprendiera su sufrimiento. Luego, su trino volvió, más pausado, más cercano.

En la quietud de la cueva, ocurrió algo casi mágico. El ave se aproximó un poco y, con una voz suave, recitó palabras que parecían brotar de un manantial:

“En el rincón donde el dolor se aquieta,
nace la luz de un sueño eterno.
Tu alma, errante y de dicha sedienta,
brilla como la aurora en el alba temprana.
No pida el corazón lo que no se debe retener,
pues da sin esperar,
como la lluvia que se entrega al río,
como el río que se entrega al mar.
Bailas, ríes, en el secreto del viento,
en cada gota que besa la tierra.
Alégrate, mujer de espíritu valiente,
que tu risa es la lluvia que refresca el desierto,
tu voz, la brisa que acaricia el mundo,
y tu calma, el remanso de paz en esta tormenta de vivir.”

Cada verso flotó en el aire, cargado de ternura. El canto del corcovi y el susurro de la lluvia parecían limpiar los temores de Elena, recordándole que la belleza de la vida nace de dar sin esperar nada a cambio. El instante se llenó de magia; el poema, el sonido del agua y el viento crearon una sinfonía que restauró su alma.

Cuando el ave terminó, un silencio cargado de paz envolvió la cueva. Poco a poco, la lluvia se fue apagando, y el corcovi emprendió el vuelo, como si algo invisible lo llamara. Elena permaneció unos segundos más, asimilando lo que acababa de suceder. Sentía que su corazón se llenaba de esperanza y de la certeza de que su vida valía más que el reconocimiento ajeno.

Con nueva determinación, se puso de pie. Secó sus lágrimas con el rebozo, recordatorio de un dolor que comenzaba a desvanecerse. Con el rostro aún mojado por la lluvia y la mirada iluminada por el poema, salió de la cueva. El cielo, ahora despejado, prometía un día distinto, y cada rayo de sol le susurraba la posibilidad de un futuro mejor.

En su camino de vuelta por el bosque, cada paso le confirmó que la vida está llena de silencios y ausencias, pero también de una chispa que brilla en lo profundo del alma. La experiencia en la cueva había sanado parte de su herida, mostrándole que la verdadera grandeza no se mide por la atención de los demás, sino por la fuerza de amar y soñar con sinceridad.

Llegó a su pueblo con el corazón aliviado y la seguridad de que, a pesar de la indiferencia, su luz interior podía alumbrar la oscuridad. El rebozo, todavía húmedo, era testigo de un renacer que le enseñaba a valorarse, a encontrar en cada gota de lluvia la promesa de un mañana lleno de posibilidades.

A lo lejos, el canto del corcovi y el eco de su poema se fundían en una sola melodía, la misma que acompañaría a Elena cada día. Entendió entonces que la dicha no es un premio que alguien otorga, sino la semilla que cada uno cultiva en su propio corazón.

Únete

¿Te gustó este texto?
Suscríbete para recibir novedades

Thank you for subscribing to the newsletter.

Oops. Something went wrong. Please try again later.

Eduardo López

Eduardo López

Comentarios

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Esto podría gustarte