Tú, que has visto nacer el alba
y conoces el peso de la noche,
dile que aquí abajo,
en esta tierra seca y deshabitada,
donde el polvo guarda secretos de los muertos,
mi anhelo camina como sombra detrás de ella.
Dile que la miro desde lejos,
pues su brillo se refleja en ti.
Qué, como quien busca agua en un páramo,
estoy atento a su regreso.
Que ella, tan llena de vida, tan inmensa,
es el resplandor que enciende mis días
y apaga mis miserias.
Yo no soy digno, lo sé.
Soy apenas un murmullo
en este valle estruendoso,
una voz quebrada que le reza a un recuerdo.
Pero, estrella, si puedes,
haz que su luz me alcance,
aunque sea de soslayo.
Hazle entender que aquí,
donde la tierra está cansada de parir espinas,
la espero como se espera la lluvia:
con los brazos abiertos y la garganta seca,
esperando escucharla, verla,
aunque sea una última vez.