Hace varias semanas que una idea ronda en mi mente. Asistí a un evento en Uruapan donde varios artistas participaron, entre ellos un grupo de Hortelanos del Barrio de Santa María Magdalena. Sus máscaras hechas de guajes, sus capotes de palma, sus sombreros y demás parafernalia artesanal me parecieron profundamente intrigantes. No era la primera vez que los veía, pero en esta ocasión les acompañaba una narración que añadía otro nivel de profundidad a la experiencia.
Recordé el pasaje del evangelio de Juan, cuando María Magdalena, al buscar a Jesús en el sepulcro, se encuentra con alguien que confunde con el hortelano. Jesús le dice:
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.
San Juan 20:15-18
Jesús había sido sepultado en un jardín, un lugar rodeado de plantas y árboles, lo cual era común en los cementerios de la época. Era natural que hubiera un hortelano cuidando aquel espacio de descanso y reflexión, pero la confusión de María no parece solo una coincidencia.
Mientras escuchaba la narración de los Hortelanos de Santa María Magdalena y admiraba sus máscaras de guaje, empecé a notar conexiones que me resultaron interesantes. Los guajes, un recurso natural de la región, son comúnmente usados para crear máscaras que representan rostros de animales, algunos de los cuales pueden encontrarse entre las hortalizas de los campos. Al igual que los Itzingos del barrio de San Pedro, estos personajes encuentran inspiración en los animales de la tierra, seres que se mueven en las sombras de las raíces.
Relación con la tradición purépecha
Puede decirse que todos los animales que viven bajo la tierra eran considerados por los tarascos como representantes de los dioses de la muerte, máxime cuando devoraban las raíces, como los topos, y producían la muerte de los plantíos.
Mitología Tarasca Pag. 99
Aquí es donde comenzó mi reflexión. En la cosmovisión tarasca, ciertos animales subterráneos eran considerados mensajeros de los dioses de la muerte, especialmente aquellos que devoraban las raíces, como los topos, pues dañaban los cultivos y, en cierto modo, traían “muerte” a la tierra que tanto costaba cultivar. Es curioso pensar en el paralelismo entre esta visión y la imagen bíblica del sepulcro en un jardín, donde la vida y la muerte están tan estrechamente conectadas.
¿Será acaso muy rebuscado imaginar que estas imágenes, el hortelano y los ciclos de vida y muerte, podrían guardar alguna resonancia entre ambas culturas? Los animales que devoran los cultivos y el “jardinero” que custodia el sepulcro de Jesús podrían ser símbolos de la transición entre la vida y la muerte, tanto en la tradición bíblica como en la tarasca. Quizá solo sea una coincidencia, o quizá ambas historias reflejen la misma fascinación humana por los ciclos de la naturaleza, donde la vida siempre brota de la muerte, y donde cada final es, en realidad, un nuevo comienzo.
Esta idea, la del “jardinero” como guardián de estos ciclos, me sigue intrigando. ¿Podría una historia haber influido en la otra? O, más allá de influencias directas, ¿será que los símbolos de vida y muerte que surgen de la tierra son, en el fondo, universales? Tal vez, como los Hortelanos del Barrio de Santa María Magdalena, todos buscamos entender nuestra conexión con la tierra y los misterios de lo que está oculto, tanto en la tierra como en la vida misma.
Acá un pequeño documental de Alfonso Silva Pacheco sobre los Hortelanos del Barrio de la Magdalena que no se pueden perder.