ÚNETE

Suscríbete a
nuestra lista de correo

Thank you for subscribing to the newsletter.

Oops. Something went wrong. Please try again later.

Nomás el silencio (a Santa Cecilia)

No tengo guitarra.
      Ni garganta.
          Ni manos obedientes.

Nomás tengo el silencio,
      y el oído,
          ese animal terco
              que siempre quiere más.

Los veo.
Sacan el violín y se hace la fiesta.
      Le sacan voz a la madera,
              le sacan alma al aire.

Las veo.
      Con trompetas,
          con guitarras,
              con tambor.
Los veo y me dolería menos no verlos.

Ellas nomás abren la boca
      y se cae el mundo.
Se ablanda el corazón más duro.
              Hasta el perro deja de ladrar.

Y yo aquí,
tragando envidia.
      No de ellos.
          De mí.

Porque quise.
              Mucho quise.

Pero mis dedos eran de piedra,
          mi voz un gallinero
y mi paciencia se me murió chiquita.

Santa Cecilia,
¿por qué no me diste aunque
          fuera un poquito?
Un rastro,
una migaja de canto.
¿No viste cómo me brillaban los ojos de puro anhelo?

Les tengo coraje.
      No a ellos.
          No a ellas.
                A mí.

Porque no supe hacer magia.
Porque nomás me tocó mirar.
Mirar cómo hacen lumbre del aire,
      cómo convierten la nada
          en algo que consuela.

Yo nomás tengo el oído,
ese pozo sin fondo,
y se me va la vida oyendo.

Y no puedo,
      no puedo con tanto.
Tanto que suena,
      tanto que me falta.

Únete

¿Te gustó este texto?
Suscríbete para recibir novedades

Thank you for subscribing to the newsletter.

Oops. Something went wrong. Please try again later.

Eduardo López

Eduardo López

Comentarios

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *