No soy responsable de los actos de Dios.
La lluvia cae donde quiere,
el río se desborda sin aviso,
y el viento arrastra las hojas secas
como si supiera adónde llevarlas.
Lo que no tengo no me define.
Ni la tierra que se escurre entre mis manos,
ni los nombres que olvidé pronunciar.
Soy apenas la sombra de lo que busco,
un silencio que camina entre los surcos.
A veces no basta con mirar.
Hay cosas que duelen en lo hondo,
cosas que ni el horizonte puede ocultar.
El sol se hunde tras los cerros,
pero la oscuridad sigue aquí.
No soy responsable de los actos de Dios,
pero en el polvo que se levanta al andar,
en el murmullo del campo al anochecer,
en el canto de las aves al despertar,
o en el hielo que cruje bajo mis pies,
quizá encuentre un pedazo de su voluntad.
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